26/3/16

NEUROMITOS EN EDUCACIÓN. El aprendizaje desde la neurociencia. Anna Forés, José Ramón Gamo, Jesús C. Guillén, Teresa Hernández, Marta Ligioiz, Félix Pardo y Carme Trinidad

NEUROMITOS EN EDUCACIÓN. El aprendizaje desde la neurociencia
Anna Forés, José Ramón Gamo, Jesús C. Guillén, Teresa Hernández, Marta Ligioiz, Félix Pardo y Carme Trinidad
Plataforma Editorial. Barcelona, 2015.
Ya va siendo hora –en realidad hace tiempo ya que es hora- de colocar en primera línea de la formación docente las aportaciones de la neurociencia, y hablar de neuroeducación. Posiblemente muchos docentes de Primaria y Secundaria hemos tenido algún conocimiento de estos temas a partir de charlas o cursos de formación organizados por los centros de formación del profesorado, y probablemente muchos se acercan con un poco más de atención a través de las numerosas charlas y conferencias de las que disponemos en las plataformas de vídeo, como alguna de las que se han insertado anteriormente en este blog.
Y también ya va siendo hora también de prestar una adecuada atención a las propuestas que nos llegan por vía analógica, la de siempre, como es el caso de este trabajo colectivo que aquí reseñamos sobre los “neuromitos en educación”.
Es necesario, imprescindible, conocer, reflexionar e incorporar, en su caso, a la formación docente aquello que se ha estudiado en profundidad, con una perspectiva científica. En este caso por un colectivo de expertos interesados en el mundo de la neuroeducación y la neurodidáctica, lo cuales han abordado “creencias generalizadas” con el fin de extraer conclusiones válidas para el ejercicio docente (“neuromitos”). Si bien, tal como deja dicho Anna Forés en la introducción, el estudio del cerebro humano es un campo inmenso y todavía misterioso… “De ahí que debamos ser prudentes en la aplicación de los aportes de la neurociencia en la educación”.
De acuerdo con esto, y con la debida prudencia,  parece obligado que el docente que hoy es y el que será mañana, ha de enfocar su atención en los estudios de la neurociencia y extraer consecuencias prácticas.
El libro se estructura en 12 capítulos que abordan sendos neuromitos. Por ejemplo, en el 1º, de Jesús C. Guillén, se aborda el de la hipotética mayor o menor importancia de unas materias sobre otras. Alguna de sus propuestas concluye que el ejercicio físico regular es clave para el aprendizaje y de ahí lo interesante que sería colocar las clases de Educación Física al inicio de la jornada escolar, o sobre los beneficios increíbles de un simple paseo por un entorno natural… Nos habla del papel que juegan moléculas y neurotransmisores segregados en la actividad física (dopamina, BDNF –factor neurotrófico derivado del cerebro-, etc.) y sus repercusiones positivas para la memoria y el aprendizaje. Por otro lado, establece el enorme interés en la misma línea de materias como la educación artística (“nos permite adquirir una serie de competencias socioemocionales y de rutinas mentales que están en plena consonancia con el desarrollo evolutivo del ser humano y que son necesarias para el aprendizaje de cualquier contenido curricular”, p. 24); la música (“Al tocar un instrumento musical se activan de forma simultánea áreas sensoriales y motoras que nos exigen, además de capacidad auditiva, buena atención y memoria”, p. 26; las artes visuales; las artes escénicas (sobre los efectos benéficos del teatro en los entornos escolares…); o el ajedrez en el aula, juego que mejora las capacidades cognitivas del niño o del adolescente e influye en su desarrollo personal y social. La integración del componente lúdico ayuda a la motivación, y en el caso del ajedrez parece que incide directamente en las funciones ejecutivas del cerebro. Y afirma que “es mucho más importante fortalecer la capacidad de aprendizaje del alumno que añadir contenidos, muchas veces irrelevantes y descontextualizados.” (p. 32). Todo ello aderezado, como en cada capítulo con abundante y selecta bibliografía.
En el capítulo 2 se abordan los diferentes canales de aprendizaje y las particularidades de diferentes materias y estilos. Entre otros, me quedo con un llamamiento de cierre sobre los nuevos tiempos , que requieren “que los profesores nos convirtamos en investigadores en el aula, capaces de analizar y de evaluar con espíritu crítico cómo inciden las metodologías utilizadas en el aprendizaje de los alumnos” (p. 47).
No desgranaremos todos y cada uno de los capítulos. Ahí están para su lectura atenta. Sí, podemos, tal vez, apuntar algunas ideas sugerentes: la unión  hemisferio derecho  y novedad,  y hemisferio izquierdo y rutina, estudiado por Goldberg en El cerebro ejecutivo (2015); la atención, como mecanismo imprescindible para el aprendizaje, que estudia Francisco Mora en Neuroeducación. Solo se puede aprender aquello que se ama (2013), así como D. Goleman en Focus. Desarrollar la atención para alcanzar la excelencia (2013)… “Cuando tenemos una atención plena (mindfulness) en aquello que hacemos, podemos valorar la actividad o mejorar la práctica, con lo que obtendremos una aprendizaje de la rutina habitual” (p. 54).  Todo lo cual implica poner el foco en las metodologías que fomenten una mayor eficacia en la atención: trabajo cooperativo, bloques de  trabajo de un tiempo menor,  optimización de los tiempos en las clases, espacios propicios o estimulantes al aprendizaje, dinámicas participativas y lúdicas, etc.
Al respecto se afirma que “el mindfulness mejora la actividad de los circuitos de la corteza prefrontal, fundamentales para mantener la atención, y la de otros de la corteza parietal que dirigen la atención y la centran en un objetivo específico” (p. 58).
El capítulo dedicado a los dos hemisferios del cerebro interesa especialmente por la parte dedicada a las implicaciones didácticas integradoras tal como las de abordar el trabajo mediante  proyectos y actividades que promuevan la imaginación.
La herencia de Piaget cuenta con un capítulo en el que se llegan a cuestionar algunos de los postulados del insigne pedagogo en relación con el ámbito matemático por diversos investigadores.
En otra línea se aborda la efectividad del tiempo que se pasa en la escuela al tiempo que se revisa el caso finlandés.  El capítulo se titula: “Más es menos. Cuantas más horas estamos en la escuela, ¿más aprendemos?”. Proponen visitar: http://gigantesdelaeducacion.com/asi-es-el-movimiento-ensenar-menos-aprender-mas-de-singapur/  y otras.
El papel de la dopamina y de neurotransmisores como la serotonina o la endorfina es tratado por Marta Ligioiz en capítulo aparte.  Entre otras cosas advierte sobre el posible neuromito de sobrevalorar la influencia de la dopamina en el aprendizaje, dado que este constituye un proceso complejo en el que intervienen múltiples factores (emocionales, metabólicos, sistemas de neurotransmisores, corticales…) que deben considerarse conjuntamente a la hora de ir cambiando hábitos educativos, etc.
Uno de los neuromitos más extendidos se refiere a la creencia de que solo usamos el 10% de nuestro cerebro. De ello se ocupan José Ramón Gamo y Carme Trinidad. Realizan un recorrido histórico desde que se originó y un seguimiento del mismo según las diversas aportaciones que se conocen al respecto para llegar a las aportaciones de la neurociencia, hoy día bastante bien ilustradas gracias a tecnologías que pueden monitorizar la actividad cerebral in vivo, como la tomografía por emisión de positrones (PET) o la resonancia magnética funcional… Incluso cuando dormimos todas las partes de nuestro cerebro presentan alguna actividad. Y si en realidad lo usamos al cien por cien, y a la vez es tan complejo, cabe plantearse el enorme campo que se abre para explorar y que se ofrece con enormes implicaciones educativas.
Del capítulo dedicado al sueño, a cargo de Jesús C. Guillén,  citaré, de su parte final, textualmente:

Los profesores hemos de compartir las investigaciones en neurociencia y psicología cognitiva sobre los efectos beneficiosos del sueño adecuado y las necesidades particulares de los adolescentes con los propios alumnos y con las familias. (…). Mostrando un estilo de vida activo y saludable, los adultos podemos favorecer un aprendizaje por imitación que es muy efectivo. Y no hay que obviar en este sentido la responsabilidad familiar. (p. 156)

Bajo el título “El efecto Mozart”, de Félix Pardo,  se aborda quizá otro de los neuromitos más difundidos. Para ello revisa no pocas experiencias y proyectos vigentes aún que tienen en la música, y más aún en cierta música de Mozart, el eje de sus actividades y proyectos. Revisa estudios algunos de los cuales han sido encargados por gobiernos y explica detalladamente datos, correlaciones y resultados. Y en cuanto a sus implicaciones educativas, surge la figura de Howard Gardner y su teoría de las inteligencias múltiples… como “una forma de inteligencia que puede ser educada y potenciada” (p. 175). Y por diferentes vías se llega a la conclusión de que no es lo mismo una exposición pasiva a la música que la instrucción activa de la formación musical. Y es esta segunda opción la que no ha de faltar en un currículo educativo, pues es claro que la enseñanza de la música, su práctica, contribuye al desarrollo integral de la persona, sobre todo si se empieza desde las primeras edades. Aparte de otras implicaciones de carácter terapeútico.
Así mismo, se exponen algunos análisis acerca de la efectividad de ciertas técnicas en la línea de lo que suele denominarse gimnasia cerebral o Brain Gym. De todo ello merece la pena señalar algunas de las ideas recogidas en el apartado de implicaciones educativas, como por ejemplo la necesidad de que el profesor analice con espíritu crítico sus estrategias y detecte lo que funciona o no funciona en sus clases y, en cualquier caso, se apuntan en este capítulo algunas evidencias contrastadas por la neurociencia: el beneficio del ejercicio físico regular para la memoria a largo plazo (las clases de educación física, las zonas de recreo al aire libre, los descansos regulares para que los alumnos puedan moverse…); la importancia del juego como liberador de dopamina y promotor de la memoria de trabajo; la integración de actividades artísticas; la necesidad de dividir la clase en bloques de diez o quince minutos para su mejor aprovechamiento; la importancia de un simple paseo; la utilidad de los programas que utilizan el mindfulness, etcétera.
Finalmente, en el capítulo 12, Marta Ligioiz revisa revisa el neuromito relativo al papel secundario de la imaginación frente a los procesos racionales, ante el cual plantea sugerentes planteamientos verificados por la neurociencia; entre otros: que se activan los mismos circuitos cerebrales al imaginar que cuando lo hacemos o vivimos en realidad. Es decir, que nuestra imaginación actúa como un simulador virtual interno con el que podemos entrenar, crear, prever, mejorar aprendizajes…  De ahí también se extraen observaciones sobre las repercusiones y posibilidades de los juegos virtuales, por ejemplo. Y fundamentalmente se destaca el papel de la creatividad (“clave para la innovación, la adaptación y el pensamiento lateral o divergente”) (p. 214), la cual ha de potenciarse y fomentarse en “ambientes enriquecidos” o “espacios de confianza”, espacios que han de crearse en las aulas: espacios y tiempos de concentración y también de relajación como forma de potenciar los ritmos naturales del cerebro. Etcétera.
Se cierra la obra con varias páginas que resumen y recuerdan las conclusiones más relevantes y prácticas de los diferentes capítulos. Hasta aquí la reseña, y el saludo a este libro colectivo.
                                                                       Luis C. Nuevo.

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Lecturas para educar

Colaboración de Fernando F.